Crónicas de una Evolución: (Parte 3)
(El desenlace) -Escrito en el 2014-
Cuando los médicos me dijeron que la única alternativa que tenía era operarme, surgió en mí un miedo que había tenido guardado desde que era muy pequeño, el miedo a las salas de operaciones. Cuando tenía tan solo cinco años de edad ya me había enfrentado a tres operaciones. Pero esta vez no dejé que ese miedo me dominará, me enfrenté a él. Cuando digo me enfrenté no me refiero a que luche en contra de él, me refiero a que lo puse enfrente. Lo observé, como quien observa una nube y no trata de buscarle forma. Sorprendentemente, el miedo a las operaciones fue desapareciendo tan rápido como apareció, una inmensa energía de tranquilidad y calma me invadió desde el corazón y solo acepté que esa era la salida que tenía para superar mi situación. Por mucho que conozco y practico el poder de la mente, sabía que no podría mover mentalmente mi codo fracturado para que se uniera a la otra parte del hueso. La separación era mucha, porque el ligamento que está unido al codo se había llevado parte del codo hacia la parte superior del brazo.
A estas alturas habían pasado cinco días desde que me fracturé el codo y aún no me había operado. El dolor era intenso y ya los calmantes no estaban haciendo mucho efecto. Mi vida había cambiado por completo, me tuve que acostumbrar a vivir sin usar la mano izquierda, el solo hecho de mover los dedos me causaba un dolor intenso. A pesar de todo esto, decidí en forma consciente ver el lado bueno de la situación, todos los días daba gracias que la fractura no fue en el brazo derecho, por qué al ser diestro la cosa hubiera sido peor.
Muchos se estarán preguntando ¿y por qué esperaste tanto para operarte? Y la única causa fue la lucha interna que se generó entre mi mente y mi corazón. A continuación paso a explicarles con lujo de detalles para que puedan entender el dilema en que me encontraba.
Tenía dos alternativas. La primera; el doctor especialista de huesos que trabaja en el hospital donde me atendieron el día del accidente y la segunda; el doctor que encontré días después por "casualidad". La diferencia entre los dos eran las siguientes: El primero (doctor del hospital) me quería poner solo un par de tornillos y unos alambres y el costo de la operación era de 15.000 Dólares. Pero con una ayuda del gobierno no tenía que pagar nada. Por el otro lado estaba el doctor que encontré por "casualidad", esta operación me costaría 7.000 Dólares de mi bolsillo y el doctor me pondría una placa de metal y ocho tornillos.
Sí, yo sé qué están pensando, "¿Pero eres tonto Daniel?, el doctor del hospital era la elección correcta, te salía gratis y te colocarían menos tornillos". Y esa era precisamente la elección que me sugería mi mente. Menos gasto y menos dolor. Pero mi corazón me decía que esa no era la elección correcta y la única justificación que me daba es que tenía que hacerle honor a las señales que me indicaban que el doctor correcto era el que apareció por "casualidad". (Para saber de qué señales hablo, los invito a leer el artículo anterior.)
Después de reflexionarlo mucho, llegue a la decisión de no hacerle caso a mi mente y aceptar lo que me indicaba mi corazón. Me operé con el doctor que me envío el Universo.
Recuerdo la tranquilidad con la que entré a la sala de operaciones, pero reconozco que me llegaron pensamientos como estos: "¿Y si me muero?, ¿y si la anestesia total me afecta?, ¿y si no sale bien la operación?, ¿y si este doctor no era el correcto? "Pero todos esos pensamientos se fueron desvaneciendo ante una energía que venía de mi interior. Esa energía me transmitía calma y seguridad. Sentía que me decía, sin hablarme, “tranquilo, todo va a salir bien”.
Cuando salí del quirófano, el doctor le comentó a mi familia, que definitivamente se tenía que poner una placa con los ocho tornillos, porque la alternativa de los alambres con solo dos tornillos no se hubiera podido hacer en vista de las malas condiciones en las que quedó el extremo del hueso. Estaba prácticamente pulverizado. Cuando me enteré de esto, entendí por qué tenía que ser este doctor. Si hubiera elegido la otra alternativa, me hubieran abierto el brazo y al ver que no se podía poner el alambre con los dos tornillos, me hubieran tenido que coser y esperar a que me despertara de la anestesia para que pudiera dar permiso al doctor para cambiar el tratamiento. Eso significaba entrar dos veces al quirófano, dos cortadas, dos cosidas y por supuesto más dolor.
Tengo que reconocerles que el dolor que se siente después de la operación es mucho mayor al que se siente solo con la fractura. Por esa razón las pastillas que me dieron para calmar el dolor eran mucho más fuertes. Las tenía que tomar cada 8 horas, pero varias veces ese tiempo se acortaba a 6 horas, porque el efecto se perdía antes del tiempo previsto y el dolor se hacía insoportable.
Sorprendentemente, el codo se soldó al hueso en pocas semanas y todos los espacios vacíos se rellenaron. Y digo sorprendentemente por qué el doctor no podía creer que mi cuerpo tuviera tanto calcio, siendo yo veganos desde hace años. Esto me demostró que el cuento de que la leche de vaca es la mejor fuente de calcio que tenemos los humanos, es solo un paradigma creado por los intereses económicos. (Aprovecho para dar gracias de nuevo a todos los amigos de Facebook que me apoyaron y me mandaron sus buenos deseos y energías para que el hueso se recuperase lo antes posible.)
Pero no todo fue color de rosas. Después de un mes de estar tomando los calmantes todos los días, comencé a tener experiencias muy extrañas. Comencé a ver fantasmas. Y no lo digo en sentido metafórico, estaba viendo fantasmas que se desplazaban en los pasillos de mi casa. No los veía en forma nítida, solo eran siluetas. Esto me hizo pensar que tenía que ser un efecto de las pastillas. Me puse a investigar un poco por internet y pude encontrar información que las pastillas que estaba tomando estaban dentro de la categoría de Narcóticos. En pocas palabras, me estaba drogando y estaba teniendo experiencias de estados expandidos de conciencia. Las mismas experiencias que tienen los chamanes que usan algunas plantas alucinógenas. Para que tengan una idea del estado en que me encontraba, muchas de las cosas que hice y dije durante todo ese período, no las recuerdo. Las sé porque me las contaron mis familiares.
Sin embargo, a pesar de que encontré esa información, nunca pasó por mi mente dejar de tomar las pastillas. No pensaba enfrentarme a un dolor tan intenso. Pero sucedió un evento inesperado que me hizo cambiar por completo mi forma de pensar.
Un día, cuando encendí mi tableta dispuesto a ponerme a escribir algo, me encontré un documento que no reconocía, pensé, ¿pero quién escribió esto, si yo soy el único que usa esta tableta?. Sin pensarlo dos veces abrí el documento, me mataba la curiosidad. Y esto fue lo que estaba escrito:
"Querido diario, sigo experimentando esos viajes a lugares increíbles, mi mente viaja a velocidades de futuro y me enfrento a situaciones increíbles. Voy a lugares donde no existe el tiempo ni el espacio. No puedo seguir escribiendo, en este momento mi mente me pide que me acueste a dormir, quiere viajar de nuevo. ¿A dónde me llevará esta vez?, ¿qué nueva experiencia viviré?, ¿Hasta cuando seguiré viajando?"
Ese simple párrafo me hizo regresar a la realidad. El nivel de intoxicación que tenía mi organismo por culpa de las pastillas era tan grande que no recordaba haber escrito ese texto. Entonces nuevamente se enfrentaron mi mente y mi corazón. La razón y la intuición enfrentadas como el diablito y el angelito de los dibujos animados. Uno me decía: “No puedes dejar de tomar las pastillas, el dolor sería muy fuerte y sufrirías mucho”, el otro me decía: “Tienes que desintoxicar tu organismo”. Tuve que tomar una decisión. Nuevamente, escuché a mi corazón y decidí quitarme las pastillas poco a poco. Primero bajé la dosis de dos pastillas a una y luego fui alargando los intervalos de tiempo. En pocos días había dejado el narcótico por completo y estaba tomando solo calmantes normales.
Pero el proceso de desintoxicación me llevó dos semanas en total. Fueron dos semanas donde solo dormía 3 horas diarias, porque no me daba sueño. Me acostaba como a las 3 am y me despertaba a las 6 am. No me daban ganas de comer, me sentía lleno todo el día, con ganas de vomitar, solo comía obligado una o dos cucharadas de la comida que preparaban en mi casa. Esta situación me llego a preocupar y se me ocurrió la peor idea que se le puede ocurrir a alguien, me puse a buscar en internet que enfermedad estaba asociada a esos síntomas. Y las posibles enfermedades eran tan terribles que prefiero no escribirlas. Pero recuerdo que dije: “no estoy enfermo, tienen que ser efectos secundarios de la pastilla”.
Esos días solo flui con las situaciones y comencé a buscarle el lado bueno a todo. No dejé que mi mente me bombardeara con pensamientos de baja frecuencia. Si no podía dormir, pues aprovecharía el tiempo para leer algunos libros sin terminar. Si no tenía hambre, pues no comería, solo tomaba el jugo verde que comenté en la conferencia “La frecuencia de Vibración de los alimentos”. Al fin y al cabo dos años antes me puse a un régimen de solo jugo verde por 30 días y no me morí. Y recuerdo que pensé “bueno Daniel, llego la hora de adelgazar” y si vieran cómo adelgacé, perdí cuatro tallas de pantalón y una de camisa. Y lo mejor de todo, fue gratis. Pensar que para bajar menos existen personas que pagan a un especialista. Con esa actitud positiva pude superar las dos semanas del proceso de desintoxicación y todo regreso a la normalidad.
Un año después de los eventos que les he contado en estos tres artículos, he llegado a entender que el Universo (Dios, la Mente Infinita, la Conciencia Universal, el Yo Superior, Tu ángel guardián, tu guía o como prefieras decirle) nunca nos van a enfrentar a situaciones que no estemos preparados para soportar. El secreto para superar esas situaciones es dejarnos guiar por nuestra esencia divina. Y el mejor GPS que podemos usar para saber qué camino seguir, es nuestro corazón.
Es importante que sepan que el proceso de evolución que vivimos en esta experiencia humana varía en cada persona, pero yo siento que la esencia del proceso es la misma. Para mí fue la fractura de codo, para otros puede ser un divorcio, la despedida de un trabajo, la muerte de un ser querido, la bancarrota o cualquier otra situación de este estilo. La idea básica es que se nos mueva el piso y que nuestra realidad de un vuelco de 180 grados, de esa forma, una vez que superamos la situación, logramos crecer y evolucionar a planos de conciencia más sutiles. Este concepto también se puede trasladar a la evolución de la conciencia colectiva de las ciudades y los países.
Después de toda esta experiencia, mi conciencia dio un salto que me permite estar sintonizado la mayoría del tiempo a una frecuencia de pensamiento donde todo tiene sentido, donde se le encuentra respuestas a todas las interrogantes que nos podemos hacer en esta vida. Ese salto de conciencia queda evidenciado en mi reciente libro: “121 Reflexiones para evolucionar la conciencia”. Pareciera que cuando logramos controlar a nuestro ego en forma consiente y le damos rienda suelta a nuestro espíritu, luchamos la última de las batallas. La batalla final entre “el bien” y “el mal”. En pocas palabras luchamos nuestro Armagedón interno y a partir de ese momento se nos abre las puertas de un mundo sin límites. Pero debemos tener muy claro que el resultado de esta batalla no es la eliminación del ego, simplemente significa que le quitamos el poder de decisión que tiene sobre nuestros actos y se lo entregamos a nuestro espíritu, a nuestra esencia.
La única intención que tengo al escribir esta serie de artículos es que muchos lo trasladen a las experiencias que han vivido, están viviendo o vivirán en un futuro y que recuerden lo que siempre me decía mi abuelita. “Dany, las cosas que catalogamos como malas, le ocurren a las personas buenas solo para su bien”.
Gracias a todos por formar parte de mi realidad.
Les envío un abrazo energético.
Daniel López de Medrano
Escritor & Conferencista