Crónicas de una Evolución: (Parte 2)

Crónicas de una Evolución: (Parte 2)

(La Sincronicidad en Acción.) -Escrito en el 2014-

Ese día amaneció nublado, solo se podía ver el resplandor del Sol. El pronóstico para esa noche era que bajaríamos a cinco grados centígrados. Una temperatura bien baja si tomamos en cuenta que vivo en la Florida, uno de los estados más cálidos de los Estados Unidos.


Al caer la tarde le dije a mi hijo que se preparara para ir a montar bicicleta como lo habíamos hecho por los últimos dos meses. Pero ese día él no tenía muchas ganas, me dijo: “Mejor lo dejamos para mañana, hace mucho frío”. Y aunque su propuesta se me hizo tentadora, algo dentro de mí me decía que si tenía que ir a montar bicicleta.


Logré convencer a mi socio y a una amiga, los cuatro nos fuimos a hacer ejercicio. Fuimos por el mismo camino que tomamos todos los días. Por suerte ese camino está destinado única y exclusivamente para hacer ejercicio, no pasan vehículos motorizados. Aproximadamente a los cuatro minutos de estar montando bicicleta comencé a bajar por una gran pendiente que forma parte de ese camino, pero esta vez no controlé la velocidad, dejé que la bicicleta fuera más rápido de lo normal y cuando ya estaba a punto de llegar al final de esa bajada, por alguna razón que aún desconozco, perdí el control y la bicicleta me lanzó al lado izquierdo de la vía. Caí a gran velocidad con todo el peso de mi cuerpo sobre mi codo izquierdo. El dolor en el codo era tan intenso que no paraba de gritar. Con la ayuda de mi hijo, mi socio y mi amiga logré sentarme en el piso del camino. Y en ese momento me dieron ganas de vomitar. Yo sabía lo que significaba esa señal, esa es una reacción natural que nos ocurre cuando sufrimos una fractura de hueso.


Con un poco de ayuda logré sacarme el suéter que tenía puesto y cuando vi mi brazo a la altura del codo pude observar que tenía un gran hematoma y al mismo tiempo una especie de bolita que sobresalía. Con la mano derecha me puse a tantear esa bolita y me di cuenta de que era dura y podía moverla para arriba y para abajo. Sin saberlo en ese momento lo que estaba haciendo era mover la punta de mi codo que se había separado del resto del hueso. Sospechando que algo no estaba bien, pedí que Inmediatamente me llevaran a la emergencia del hospital.


Yo sé que en este país no te dan ningún tipo de medicamento hasta estar seguros de que es lo que te ocurrió realmente, por eso realicé una pequeña escala en la casa y me tomé un calmante porque el dolor era muy intenso. A estas alturas yo estaba planificando todos los pasos a seguir con una tranquilidad y una calma que aún hoy me asombra.


Cuando llegamos a la sala de emergencias del hospital me dieron una silla de ruedas para que no caminara más y después de llenar un formulario me pidieron que esperara unos minutos hasta que me llamaran para entrar a la sala de Rayos X. En ese momento mi hijo me llevó hasta el centro de la sala de espera, pero no pude soportar ni un minuto. Le tuve que pedir que nos fuéramos a la parte más apartada de la sala. Él me preguntó el por qué de esa decisión y le expliqué que estaba captando todo el sufrimiento que estaban sintiendo las personas que ahí estaban. Sin decir nada, no sé si porque entendió lo que le dije o porque no quería llevarme la contraria viendo mi situación, mi hijo me llevó a la sección más apartada de la sala de espera.



Esos fueron los primeros segundos en calma desde el momento del accidente. Cerré los ojos, respiré profundo y recuerdo que pensé: "en realidad tenía que estar pasando esta situación o he tenido que quedarme en mi casa y no salir a montar bicicleta”. En ese momento mi hijo interrumpió mis reflexiones internas y me preguntó: ¿Cómo estás, papá? Y le respondí: “Muy bien, listo para salir a montar bicicleta”. Él no podía entender cómo estaba bromeando en esa situación, y recordé que esa siempre había sido mi actitud cuando estoy en “problemas". El humor disuelve situaciones difíciles y eleva la energía.


Aún estábamos riéndonos de mi ocurrencia, cuando se me acercó un señor que estaba sentado a un lado de mi hijo. Y mirándome me dijo: "¿Habla español?", le respondí que sí. Me dijo: "Me llamo Rosendo, ¿qué le pasó?" y le conté lo ocurrido. Me dijo: "Seguro es una fractura, pero tenga presente que el poder está dentro de nosotros, todos los seres humanos tenemos el poder para sanarnos. Los médicos de hoy en día nos dan químicos que nos hacen más daño que la misma enfermedad, todo forma parte de una manipulación mundial que está controlada por un pequeño grupo." Sonreí y le dije: "Yo lo sé, gracias por recordármelo Rosendo”. Era increíble que nos sentáramos en el sitio más apartado de la sala y ahí hubiese un señor que hablaba español y que mencionara uno de los temas que yo estuve hablando en las conferencias que dicté antes del 21 de diciembre del 2012. No podía ser casualidad, eso tenía que ser una señal de que estaba en el sitio correcto y en el momento correcto.


Al poco tiempo me llamaron a la sala de Rayos X y el resultado fue el que todos conocen, fractura del codo izquierdo. Una enfermera le pidió a mi hijo que la siguiera conmigo en la silla de ruedas y nos llevó hasta un cuarto privado de la zona de emergencia del hospital. Y en ese preciso momento ocurrió otro evento sincrónico. El cuarto era el número 21, las personas que me conocen desde hace años saben que mis números de suerte son el 12 y el 21. No lo podía creer, entre tantos cuartos, me tocó el 21. Cualquiera de ustedes me podría decir: “¿Pero qué suerte puede ser que te toque ese número de cuartos, si estás sufriendo con una fractura de codo?. Y la pregunta tiene mucho sentido, pero solo cuando pensamos desde un nivel de conciencia que está atado a la tercera dimensión. Para mí ese número 21 pasaba a ser una nueva señal que me daba el Universo para decirme: “Tranquilo, estás por el camino correcto”. Y para corroborar lo que estaba sintiendo, al levantar la mirada pude ver que en el cuarto de enfrente estaba Rosendo, me saludó moviendo su mano y sonrío. De nuevo otro hecho sincrónico, entre tantos cuartos le asignaron justamente el que estaba frente al mío. Y en el momento en que estaba reflexionando el número de cuartos que me tocó, él me saludó como para confirmarme lo que estaba pensando.


Ese tipo de señales, muchas personas las catalogan como “casualidades” y no le dan importancia. Pero todos los que estamos en este camino del despertar de conciencia sabemos lo importante que son para nuestra evolución. Y al darle la importancia que tienen no cerramos ese canal de información y el Universo seguirá enviándonos más de esas señales que nos muestran el camino a seguir.


Al poco tiempo llegó al cuarto el doctor encargado de la sala de emergencias y al ver la radiografía me dijo que tenía que ir a un especialista de huesos del hospital, pero debido a lo tarde que era tendría que regresar al día siguiente en la mañana y añadió que desde su punto de vista me tendrían que operar. Me dio unos calmantes y nos fuimos para la casa.


A la mañana siguiente fui al consultorio del especialista en huesos y me dio el mismo diagnóstico, tendría que operarme y colocarme cuatro tornillos y unos alambres amarrados a esos tornillos para llevar el codo a su lugar. Me dijo que si quería me podía operar al día siguiente, pero que no debía esperar más de una semana. Pero ese doctor no me daba confianza, algo dentro de mí me decía que ese no era el doctor indicado. Es a eso a lo que llamamos “corazonadas”, y que no es otra cosa que pensar desde el corazón. Le dije: “Gracias doctor, déjeme buscar una segunda opinión y evaluar por unos días su propuesta”. Salí de ese consultorio sin saber qué hacer, pero confiado que estaba haciendo lo correcto.


Llamé a varios amigos para preguntarles si conocían algún especialista en huesos, pero ninguno de mis amigos me pudo ayudar. Esa tarde, sentado en una silla en mi cuarto y con un dolor que superaba los calmantes, pensé: “En este momento no tengo una solución a la situación, pero tengo dos alternativas. O me meto en el papel de enfermo (y tenía suficientes motivos como para representar ese papel) o elijo ser feliz a pesar de lo que me estaba sucediendo”. Y decidí hacer lo que muy pocos se animarían a hacer en mis condiciones. Me fui con toda la familia a jugar Mini Golf. Ese día entendí que la felicidad es una elección que tomamos sin importar la situación que estemos pasando.


A pesar de que sentía un dolor intenso, nos divertimos mucho. Pude jugar usando solo la mano derecha y, para sorpresa de todos, logré la mejor puntuación. A partir de ese día, siempre que vamos a jugar Mini Golf solo uso la mano derecha. Me di cuenta de que juego mejor que cuando uso las dos manos.


Al otro día mi socio me comentó que teníamos que ir a firmar un documento de negocios, pero que si quería podía llamar para posponerlo para la próxima semana. Y le dije que no, que yo podía ir. Salir a la calle me hacía sentir que estaba normal, no quería encerrarme en un cuarto. Fuimos a la cita, firmamos el documento (por suerte soy diestro) y al salir me vino una idea a la mente. Le dije a mi socio: “Déjame buscar con el internet de mi teléfono para ver si existe algún médico especialista de huesos por esta zona, quien sabe si por eso estamos aquí”. Y procedí a hacer la búsqueda. Para sorpresa de los dos, el primer doctor que salió en el resultado de la búsqueda estaba en un edificio ubicado exactamente enfrente a nosotros, y para completar, nuevamente ocurrió otra señal del universo. El número del edificio era el 1200, y como si eso fuera poco, el número del consultorio era el 212. Sin duda ese era el doctor, mi corazón me lo decía.


Entramos al consultorio y en vista de mi situación el doctor me atendió inmediatamente a pesar de que no tenía cita. Me mandó a la sala de Rayos X para poder ver al detalle el estado de mi codo. Y cuando me senté en la sala de rayos X la enfermera me pidió que volteara la cabeza para un lado para evitar que el reflejo de los Rayos X me dieran en los ojos. Y fue en ese preciso momento que saltó a mi vista una nueva señal del universo. En una caja que estaba en el rincón, una caja que no hubiera visto si no hubiera volteado la cabeza, pude observar que tenía escrito un código que incluía el número 121. Aunque siempre supe cómo funcionaban las sincronicidades y a lo largo de mi vida las he tomado en cuenta, nunca se me habían presentado tantas señales en un período de tiempo tan corto.


En el próximo y último artículo de esta serie les explicaré el motivo por el cual el Universo me estaba guiando para que me operara con ese nuevo doctor y no con el otro. También les contaré cómo experimenté un estado expandido de conciencia que me llevó a vivir en una realidad diferente.


Gracias a todos por formar parte de mi realidad.

Les envío un abrazo energético.

Daniel López de Medrano

Escritor & Conferencista